- ¡…no te veo con buena cara! - Estoy muy desanimado… - ¿Y para qué sirve el desánimo? - Para nada, pero no sé qué hacer…, hasta me cuesta respirar. - Pero no puedes seguir así, invéntate algo. - Es que veo todo tan complicado. - Deja esa tristeza de lado…, si no cambias de actitud todo seguirá igual. - Es verdad, estar así no solucionará nada. Mejor poner una sonrisa y salir a la lucha. Lo que pasó, pasó. - Muy bien… ¡así se habla! Todos hemos participado en algún diálogo parecido a este. Yo me he visto en los dos “bandos” y he constatado que en muchas situaciones difíciles es mejor no sumergirse, sobre todo cuando son temas emocionalmente candentes y además no sabemos cómo actuar con ellos. En casos así conviene mantener la distancia, por ejemplo, golpear a la papelera antes que al jefe. En situaciones como estas desviarse de la realidad es la manera más práctica de hacerle frente, actuando en una dirección distinta a aquella que se de
"Que innecesario es inventar fantasías cuando la verdad es más fascinante" (Jamie Kaler)