La clase, de física de partículas, estaba siendo especialmente densa. Además, el profesor parecía acelerado. Llenó varias pizarras con cálculos de secciones eficaces, entre otras menudencias, saltándose pasos que, según él, eran triviales… pero que para nosotros, cinco años después de comenzar la carrera en física, estaban siendo literalmente imposibles de seguir prácticamente desde el principio. Todos esperábamos el momento en el que se diese la vuelta para interrumpirle amablemente. Sin embargo, extasiado en sus cálculos de pizarra, no se giró ni una vez en toda la hora. Así dimos un repaso a electrones, neutrones, neutrinos, antineutrinos, muones, … En un momento dado, el profesor se detuvo en seco (o mejor dicho, nos lo pareció… pues realmente había concluido su demostración). Se volvió hacia nosotros, con una sincera sonrisa, sin notar hasta qué punto estábamos perdidos. Nos dijo: “¿Alguna pregunta?” Difícil situación. Quedarse callados no era una opción, pues n