Parodiando la máxima que afirma que “primero hay que vivir y después filosofar”, los antiguos filósofos griegos crearon la que decía, “primero hay que filosofar y después trabajar”. Tenían así la excusa perfecta para pasarse tardes enteras charlando de un tema fundamental: averiguar de qué substancia fue hecho el mundo y de qué manera estaban constituidos los objetos (la materia). Leucipo, Demócrito y Epicuro defendían que a medida que cortamos un objeto en partes cada vez más pequeñas llegará un momento en que ya no podamos dividirlo más, habremos llegado a unas partículas indivisibles e indestructibles que nos rodean por todas partes, los átomos; que se movían en un espacio vacío y según como se combinaban daban origen a los distintos cuerpos. Por otra parte y como siempre pasa, estaban Platón, Aristóteles y sus seguidores defendiendo que al dividir más y más la materia llegaría el momento en que no podríamos dividir más por falta de instrumentos para la tarea, pero sería
"Que innecesario es inventar fantasías cuando la verdad es más fascinante" (Jamie Kaler)