El mítico Guillermo Tell, famoso por su puntería con la ballesta, un día desafió la autoridad del gobernador del cantón de Uri, Hermann Gessler. Este, como castigo, le condenó a disparar una flecha contra una manzana colocada sobre la cabeza de su hijo, prueba que Guillermo superó con éxito. Inspirándose en este relato, el científico Max Born escribió: “Si Hermann Gessler hubiera ordenado a Guillermo Tell que acertase a hacer blanco en un átomo de hidrógeno situado sobre la cabeza de su hijo valiéndose de una partícula alfa y proporcionándole los mejores instrumentos de laboratorio del mundo en lugar de una ballesta, toda la destreza de Tell no le hubiera servido de nada. Aceptar o errar el tiro habría sido cuestión de azar”.
"Que innecesario es inventar fantasías cuando la verdad es más fascinante" (Jamie Kaler)